Paso de dos




Hace años, la Que Entonces Era tuvo un sueño. Se veía princesa de los bosques, reina de las mareas y emperatriz de las estrellas. Anhelaba ser princesa de los bosques porque el color verde de los árboles y el cromatismo de las flores le recordaban los veranos con su madre, cuando el estío era más fresco y la brisa de la montaña despeinaba sus cabellos oscuros; las mareas, en cambio, encarnaban el eterno y misterioso devenir del mar, y sabía que sólo podía domeñarlas el vértigo adolescente del náufrago al buscar la orilla en un océano sinfín; pero para poder gobernar soles que rasgaban el negro telón de la infinitud no bastaban cohetes, o esferas celestes, o naves espaciales: era necesaria la corona del sabio que por igual regía dentro y fuera, ayer, hoy y mañana, y que ella quería portar aunque sangrase su frente.
Sin embargo, la Que Ahora Es creció y fue dejando, una a una, sus ilusiones; primero descubrió que era alérgica al polen y que, por tanto, nunca podría señorear las multicolores extensiones de flora; luego, que las mareas eran traicioneras y mutables, y que su espuma no acariciaba la piel, sino que la anegaba, y las aborreció; y, finalmente, comprendió que las estrellas no eran más que nostalgia, moribundas lágrimas de una existencia desvanecida.
Durante a penas un soplo en el tiempo, se sintió sola, decepcionada y harta, y quiso derruir las torres que un día sus manos alzarían.
Mas entonces cayó una suave nieve en sus hombros y su melena, una nieve blanca que no era húmeda ni helada… Y entonces advirtió que eran níveas plumas de un Hombre que una vez había sido Ángel y no había entendido ni los bosques, ni las mareas ni las estrellas, y que al ser mortal y haber sufrido sonreía, porque había aprendido que la alergia se combate al disfrutar de lejos el paisaje, que las mareas se evitan con la búsqueda de calmos océanos de crepúsculo y que las estrellas se alcanzan al ser amado por la persona amada.
El Hombre cogió sus manos y ella las apretó. “Vámonos” le dijo. “¿A dónde?” le preguntó ella. “A buscar el lugar donde gobernemos ambos…”
Ella asintió.

Te Amo.

La Niña del Mar.
Dedicado al Niño de la Isla.

Pieza musical 'Paso de dos' perteneciente al ballet 'El cascanueces' de Piotr ilich
Tchaikovski.